Escenas 28 a 55


ESCENA 28
EXERIOR – RUTA – DÍA (SON LAS 7.30)
La escena comienza con la pantalla completamente en negro. Solo se oye, a lo lejos, el sonido cascado del motor del Citroën. Se viene acercando. Acercando. Ahora sí tenemos imagen: lo vemos pasar a 80 km/hora, aproximadamente. El sol está bajo todavía y hace centellear la chapa del Citroën. La cámara se ha ubicado a nivel del piso y lo toma de atrás cuando pasa y lo sigue hasta que se pierde en una curva.




ESCENA 29
INTERIOR – CITROËN – DÍA
No hay mucho para decir en esta escena. Entre Tom y Gloria la cosa no está de lo mejor. Más bien diríamos que está de lo peor. Él conduce.
Ella: enajenadísima. Gloria podría haber sidouna buena astronauta. Tiene una enorme capacidad de flotar en su propio espacio si lo desea. Cuando se coloca la escafandra... bueno, eso: se la coloca. Punto y coma, el que no la conoce se embroma.
Ahora está en uno de esos momentos. Lento, el brazo de la astronauta Gloria se despereza y se dirige al asiento trasero. Hurga en la bandolera y regresa con el libro Los secuestrados de Altona. A pesar de que lo ha abierto y presentado frente a sus ojos, cualquiera puede darse cuenta de que Gloria no lee ni leerá nunca ese libro así como lo tiene: lo ha puesto patas para arriba.
Tom, que desde hace un rato está inquieto y no deja de estudiar el espejo retrovisor, se da cuenta de eso.


TOM

Está al revés.



“¡No te gastes Tom!”, quisiéramos advertirle desde acá... “¡No te gastes, Gloria está colgada de una estrella!... ¡No la interrumpas, por favor!”.
Él no insiste (no por nuestros consejos que jamás podría escuchar). Sabe que ya no puede hacerse el idiota meloso. No puede seguir representando ese rol patético. Está jugado. Las cartas están sobre la mesa y, no bien crucen la frontera, se darán vuelta. Para desgracia de Gloria se darán vuelta, aunque todavía... bueno, claro, siempre puede ocurrir lo uno o lo otro.
Aminoran la marcha. Ya están en la frontera. Luego de cruzarla, en la primera ciudad que el camino ofrezca, cada uno seguirá su rumbo. Esa era la idea.





ESCENA 30
ENTERIOR – OFICINA PASO FRONTERIZO – DÍA
Vemos a Tom y a Gloria hacer los trámites en la oficina. Revisan sus pasaportes. Se los devuelven. Salen de la oficina y se dirigen al auto.
Ha sido curioso el detalle técnico de esta escena. ¿Lo notaron? Observamos todo como a través de un largavista. Es decir, se trata de una cámara subjetiva, como si alguien estuviese observando a Tom y a Gloria a través de un largavista.




ESCENA 31
EXTERIOR – CITROËN – DÍA
Gloria se ofrece para manejar.


TOM

Dejá,
sigo unos kilómetros más.


GLORIA

Como quieras.




ESCENA 32
INTERIOR – CITROËN – DÍA
Gloria lee la obra de teatro de Sartre. (Ahora sí ha conseguido orientar correctamente el libro.) Ha encontrado un buen párrafo. Los que la conocemos nos damos cuenta enseguida. Se queda como ausente. (No es exactamente el estado ‘astronauta’, es otro. Es de la familia, pero es otro.) Se queda quieta. Callada, como si se sumergiera en las piscinas primigenias de la humanidad.


TOM

(Revisa una y otra vez
por el espejo retrovisor.)
¿Está bueno el libro?
Tarda en responder.


GLORIA

Sí, está bueno el libro.


Ha leído esto. Ha sido conmovida por este párrafo:


“Ya lo sé. Yo lo veo todos los días. Los inocentes tenían entonces veinte años,
eran soldados; los culpables tenían cincuenta, eran sus padres”.
Es sobrecogedor el párrafo, pero no piensa compartirlo con él.
Súbitamente, él dice:


TOM

Está haciendo
un ruido extraño el motor.
Voy a parar.


GLORIA

¿Eh?



Pero Tom ya está frenando. Estaciona el Citroën en la banquina. Baja enseguida. Gloria aún está un poco astronauta. Recién ha puesto un pie en el asfalto y no sabe bien lo que pasa (posiblemente no lo sabrá nunca).
Son tres contra dos. A juzgar por la no intervención de Tom, podemos decir que son cuatro contra una. Cuatro varones contra Gloria.
Sacan del baúl la maleta de Gloria y la abren como si estuvieran destripando un animal: camisas, jeans, pulóveres, zapatillas blancas de lona, medias sin elásticos... Todo lo revuelven. Tom dice: “Tranquilos”. ¿Por qué dice eso?, piensa Gloria.
Llega el momento de revisar la bandolera, porque ahí está la otra parte del dinero. Y Gloria dice (ahora está aterrizando): “¡No, paren, qué mierda están haciendo!”. Y se aferra a la bandolera que, en ese tironeo, se abre como una boca que vomita su interior. Cae el contenido. Es decir, una vida contenida ahí: su diario de viaje, su relojito de arena, memoria de Teresa.
A esos tipos no les importa mucho esa vida que ahí se derrama sobre el asfalto. La cámara ahora está en posición cenital y gira alrededor de Gloria y del forcejeo con uno de los asaltantes.
Gloria ve el relojito que la llama desde el piso. “Teresa”, dice Gloria o lo piensa y se agacha a recogerlo con la urgencia y la desesperación de un niño que comprueba sin remedio que un objeto preciado está a punto de escurrirse por entre los fierros de la alcantarilla. En el momento en que está por agarrarlo, salvarlo y salvarse, un golpe en la cara, en el ojo más precisamente, le borra de la mente la memoria de Teresa.
Ahora la cámara, siempre en posición cenital, gira con vértigo y Gloria, si pudiera, se vería en el piso, yaciendo inarticulada.
(Hay que decir en favor de Tom que no había
acordado que hubiera violencia. Pero ya se sabe cómo son estos muchachos).



ESCENA 33


INTERIOR – HABITACIÓN DE UN HOSPITAL – NOCHE
La cámara sale del fundido en negro de la escena anterior y nos encandila ahora con un fundido en blanco. Un flash. Blanquísimo, casi enceguecedor, como el umbral del Paraíso.
Vemos a Gloria tumbada en una cama. Inmaculada. Gloria y la cama. La cámara las toma desde arriba. Gloria duerme o está inconsciente, aún no lo sabemos. No tiene frasco de suero ni sondas, ni cables, ni nada. Solo el ojo. El ojo izquierdo tiene un vendaje. Blanco. Blanquísimo. El vendaje es un ocultamiento increíble. Gloria no está sola. En esa sala hay diez camas: todas ocupadas. Nadie se queja. Posiblemente sean todos pacientes alemanes. Muy estoicos ellos todos.
Hay un cartel que dice: Bitte Ruhe.
Muy estoicos y obedientes.
Gloria se remueve en sueños o en pesadillas, no lo sabemos (sabemos poco del estado de Gloria hoy). Notamos una vibración en el entrecejo. Un rictus en la boca. El movimiento subibaja de la glotis. De un momento a otro comenzará a soñar para bien o para mal. Tal vez consiga traer imágenes del fondo de su memoria. Algo que su mente pueda ofrecerle para sobrellevar este momento.



ESCENA 34


INTERIOR – HABITACIÓN DEL HOSPITAL - NOCHE
La cámara se acerca ahora, lenta y en posición cenital, hacia la cara de Gloria. Más cerca y más y más. Vamos a entrar en su sueño por el ojo sano. En la pantalla vemos un súbito remolino negro que nos lleva hacia abajo, como cuando revolvemos con fruición un café doble. Ya estamos en el sueño de Gloria. Retrocedemos, retrocedemos en el tiempo. Bastante.




ESCENA 35


EXTERIOR – CALLE CÉNTRICA DE SAN PEDRO – DÍA


En la pantalla aparece la leyenda:

San Pedro, año 1956.



Vemos a Gloria y a Teresa caminando por una calle céntrica. Para ser rigurosos: caminan por la vereda. Gloria tiene unos dulces dieciséis años y Teresa unos maduros veinticuatro. La cámara se va acercando, es necesario, para escuchar lo que hablan.


GLORIA

Ojo que no ve,
corazón que no juzga.


TERESA

¡Gloria..., abrí los ojos!



Lo dice con urgencia y fastidio. La gente ha comenzado a mirarlas y eso a Teresa le provoca escozor. Gloria ni fu ni fa, pero Teresa ha comenzado a rascarse la nuca y camina de costado frente a su hermana para abrirle paso. A veces su hermana la avergüenza. Parecería que lo hace a propósito. En casa sí le lleva la corriente y se hacen las tontas a su aire,
pero en la calle es otra cosa. Gloria no ha madurado y Teresa no cree que la verá alguna vez madura. Y está en lo cierto. Teresa nunca verá a Gloria madura. Estamos tentados de decir que nunca la verá ni madura ni inmadura, pero no lo diremos. No. No podemos hacer eso: atentaría contra el clima de la historia.


GLORIA

¡No puede ser que critique tanto!


TERESA

Tampoco fue tanto...,
yo también critiqué.
¡Abrí los ojos, querés!



Teresa le va abriendo paso entre la gente, que hace gestos de contradicción. Una señora, que carga dos bolsas repletas de los mandados de la mañana, queda incrustada de espaldas contra la vidriera de Modart.


TERESA

Perdón, señora.


GLORIA

Es mejor entrar tuerto en el Cielo
que ir a parar al infierno
con los dos ojos vivos.


TERESA

¡No seas extremista, querés!



Teresa está desbordada. Camina delante de su hermana, cubriéndola. Mueve los brazos como las aspas de los molinos de Don Quijote.



TERESA

¡Permiso, permiso, por favor!



Gloria ayuda. Ha estirado los brazos hacia adelante, como para tantear el libre espacio. Mueve sus manos como si estuviera saludando. Da la impresión de que se divierte un poco también.


TERESA

Disculpe, señor, disculpe:
mi hermana tiene delirio místico.



Gloria se lleva por delante a un niño que, al no soltarse de la mano de su madre, la obliga a girar y a comenzar a caminar en dirección inversa.


TERESA

Agggggggggggg...
¡perdóooooooooooon!
Se acercan a la esquina.


TERESA

Estamos por cruzar la calle:
¡abrí los ojos, tonta!
Gloria se detiene en seco.


GLORIA

A veces desearía quedarme ciega.
(Abre los ojos.)
Soy inmisericorde cuando miro.


TERESA

Tonta.
(Enojada cruza sola la calle.)
Fundido en blanco.



ESCENA 36


INTERIOR – HABITACIÓN DE UN HOSPITAL – NOCHE
Volvemos a la sala. A la cama. Gloria, aún dormida, sonríe. Debe haberle resultado dulce el sueño o el recuerdo. No fue pesadilla. Inicia los movimientos propios del despertar. Mueve los labios, como en un balbuceo. Luego hace ese movimiento típico con los labios, como si estuviera probando o gustando algo. Se escucha un tenue chasquido producido por el encuentro mágico de labios, lengua y paladar. Estira el cuerpo: su tronco busca más arriba y sus extremidades inferiores buscan más abajo.
Detectamos el aleteo del párpado. Como una mariposa que está a punto de despegar. Gloria intenta abrir los ojos, pero, claro, solo consigue desperezar el ojo sano. He ahí la realidad. Bienvenida a la realidad, Gloria.
La cámara se queda con la mirada del ojo sano de Gloria. Ahí está dicho todo. Ha comenzado a comprender o a recordar lo sucedido. Los dedos de la mano derecha se asoman temblorosos por debajo de la sábana. Ahora vemos la mano completa. Y el brazo que se desliza lento y en silencio, como el andar de una culebra. La mano ahora palpa el vendaje. Lo recorre. Lo constata. Ahora sí siente dolor, lo expresa su cara. Despertarse le ha hecho mal. La mano que yace sobre el vendaje ahora se mueve despacio hasta el otro ojo. Se toma su tiempo, pero llega a destino. Lo cubre. Lo consuela. Percibimos un ligero estremecimiento: tal vez Gloria ha comenzado a llorar.




ESCENA 37


INTERIOR – PASILLO DEL HOSPITAL – DÍA (ESTÁ AMANECIENDO)
Vemos a Gloria que va caminando lentamente por el pasillo. Lleva puesto un camisón indefinido, dos o tres números más que su talle. La mano derecha tantea la pared, como para asegurarse de que sigue en vertical. Siguen. Ella y la pared.
El sol se va levantando también y entra desde abajo por las ventanas altas. Y amplias. El sol desliza hacia arriba el párpado de la madrugada: esa luz que se asoma va revelando un jardín bien cuidado. Gloria no tiene ojos para eso ahora. Ella busca la Administración con un solo objetivo.



ESCENA 38
INTERIOR – ADMINISTRACIÓN DEL HOSPITAL – DÍA (ESTÁ AMANECIENDO)
Gloria se encamina hacia el mostrador de la Administración. No hay movimiento a esa hora. Va descalza y tiene el aspecto de una aparición. Lenta y etérea se mueve. La Recepcionista aún no ha reparado en ella. Cuando Gloria llega al mostrador, apoya los antebrazos sobre la tabla lustrada. Ahora sí la recepcionista se sobresalta ante esos dos antebrazos, blancos de invierno, que la observan. Se recupera rápido la empleada alemana. Servicial, orienta la cara hacia Gloria, pero antes ha pulsado el botoncito rojo de la Guardia.


RECEPCIONISTA

Dígame.




Gloria tiene claro lo que ha venido a decir. Teniendo en cuenta las circunstancias, su mente colabora bastante. Pero es la lengua la que niega cualquier tipo de ayuda. Entreabre los labios y parece que ahora sí. Pero no, tampoco. La recepcionista sirve agua en un vaso y se lo tiende. Gloria bebe un poco. Nada, se humedece los labios apenas. No es agua lo que necesita. Necesita un teléfono y, si fuera posible, saber por qué o para qué le pasó lo que le pasó.


GLORIA

Gracias.
(Devuelve el vaso.)
Necesitaría hablar por teléfono,
por favor.



En ese momento llega la enfermera. Aunque de expresión suave, es severa de huesos y músculos. La enfermera observa y se dispone corporalmente hacia Gloria, como si a esta estuviese a punto de hacérsele polvo la columna, desde la vértebra cervical hasta el pequeño sacro.


GLORIA

Y aceitunas negras...



La enfermera y la recepcionista intercambian sutiles señales de alarma. La recepcionista toma la posta.


RECEPCIONISTA

Muy bien...
¿A quién desea hablar
por teléfono?



GLORIA

A Xisco...
y después a mi padre.


RECEPCIONISTA

(Asiente indulgente.)
Bueno, muy bien.
Déjeme los números
y yo me encargo.


GLORIA

¿Los números?



“¿Los números?”, para sí misma Gloria.


GLORIA

¿Los números?



Gloria no se dirige a la recepcionista, sin embargo ella levanta esa inquietud.


RECEPCIONISTA

Claro, usted no se preocupe.
Déjeme los números y,
cuando consiga comunicarme,
le avisamos.


GLORIA

¿Los números?...



No los recuerda. ¿Cómo un golpe en un ojo puede borrar el directorio íntimo de los números telefónicos de las personas que se aman?


GLORIA

No los recuerdo.



La enfermera ya la sostiene por el brazo. Es imperceptible la presión. Solo la delata la expresión de su cara: desea orientar a Gloria hasta la sala. Hasta la cama.


GLORIA

Una llamada es hacia Argentina
y la otra hacia Francia...


RECEPCIONISTA

No se preocupe
por el código internacional:
podemos resolver eso.


ENFERMERA

Y el código de área también.
No es complicado
eso para nosotros.


GLORIA

No recuerdo nada.



Ahora, la enfermera rodea con su brazo los hombros de Gloria. Con delicadeza consigue situarla en la dirección de las habitaciones.


ENFERMERA

No se preocupe,
ya recordará.



Comienzan a andar. Gloria ya no necesita tocar la pared para mantenerse en vertical. La enfermera es una buena tutora.



ENFERMERA

Es producto del golpe
y la emoción:
siempre pasa.
Tranquila.


GLORIA

Recuerdo la mitad
y veo la mitad.



La enfermera ve el cartel Bitte Ruhe: Silencio, por favor.


ENFERMERA

Le voy a decir algo
antes de que entremos
a la habitación.


GLORIA

Qué.


ENFERMERA

Tengo una buena noticia para usted.


GLORIA

¿Sí?



Lo que le dijo la enfermera. Es decir, la noticia que tenía para darle fue lo mejor que le pasó a Gloria en estos últimos días. La frase de la enfermera se instaló cantarina en la mente de Gloria y la ayudó a sobrellevar el momento.


ENFERMERA

Puedo hacerlo.
Puedo conseguirle
unas aceitunas negras.



Dejamos a Gloria acostada. La cámara se adueña de ella. Dentro de un instante Gloria se quedará dormida. Conseguimos un efecto de bruma, como de aurora boreal. Enseguida se instala ante nuestra mirada un remolino blanco, definido y vertiginoso, que nos sienta frente a la siguiente leyenda:


San Pedro, 8 de julio de 1947




ESCENA 39


INTERIOR – COCINA – DÍA
Estamos en la casa de Gloria (7). Está sentada a la mesa de la cocina con el compañerito nuevo del colegio: Jaume, el mallorquín (Jaime en catalán). La Madre de Gloria había hecho referencia a él en la Escena 16. Teresa también está ahí.
El padre de Gloria entrará luego en escena.
Tienen los cuadernos de clase abiertos. Están haciendo los deberes. Teresa ‘está en otra’: ella no es una ‘niña’, claro, y le gusta hacerlo notar: mantiene la espalda recta, ha bajado los lentes de leer hasta la punta de la nariz y cada tanto mordisquea la punta del lápiz. Tiene una carpeta abierta con contenidos ‘superiores’.
En la mesa hay unos platitos con queso, aceitunas negras y pan. Hay otro platito para los carozos: ya se encuentran ahí cuatro o cinco carozos.
Gloria tiene en la mano un palillo para
pinchar aceitunas. Tiene esa mano suspendida en el aire, como un pintor a punto de darle un toque definitivo a su tela. La otra mano la ha dispuesto, como un cuenco, para tender ahí el mentón. Mira a Jaume. No obstante sus siete años Gloria ‘ama’ como si tuviera más. No sabe cómo llamar la atención de su compañero que, turbado, tiene la cabeza hundida en el cuaderno.


GLORIA
Jaume...



Jaume sigue con sus ojos clavados en los renglones vacíos del cuaderno.


GLORIA

¿No te gustan las aceitunas,
Jaume?



Sin dejar de mirarlo, baja la mano-palillo para pinchar una aceituna. Se equivoca de plato, o tal vez lo hace a propósito, y encara con su mano-pistón el plato de los carozos. Un carozo sale disparado hacia el cuaderno de Jaume que, con disimulo, lo mueve con el dedo meñique hacia el margen. Gloria absorta sigue picando. Reparte su busca de aceitunas entre la loza del platito y los carozos que van saliendo disparados aquí y allá. Ha conseguido lo que buscaba. Jaume la mira y le acerca —es decir, pone bajo su mano-palillo el plato con las aceitunas negras.


TERESA
Escuchame una cosita, Gloria:
no sos un poco chiquita,
vos, para ‘jugar’
a que estás enamorada.


GLORIA
¡No juego!: lo estoy.


TERESA
Dale...
hacé los deberes,
querés.
Se dirige a Jaume.


GLORIA
Jaume, te escribí una poesía:
¿querés que te la lea?


TERESA
Dejalo tranquilo,
¿no ves que parece un pimiento
de tan colorado que está?



En este momento el padre entra en la cocina.


PADRE DE GLORIA
¿Qué pasa?



Teresa prosigue con sus deberes, desde ahí abajo dice:


TERESA
Está torturando
a este pobre chico.


PADRE DE GLORIA
¿Por qué...
qué pasa, Gloria?



Gloria no contesta. Ignora olímpicamente a su padre y a su hermana. Deliberadamente mira a Jaume. Y, con un aire desafiante y altivo, comienza a recitar:


GLORIA
Me han turbado tus ojos
del color de las aceitunas (negras),
la Señorita hacía preguntas
y yo no acertaba ninguna.



Teresa, intempestivamente, larga el lápiz encima de su carpeta y se lleva las manos a la boca. Ni así puede reprimir la carcajada. Los anteojos de leer se tiran al vacío y caen sobre la mesa. El padre también fue sorprendido por ‘esa declaración de amor’, pero es más urbano: abre la puerta de la heladera e incrusta ahí la cabeza. Dice lo primero que se le ocurre:


PADRE DE GLORIA
¿Alguien vio... el... el...
dulce de leche?



El frío de la heladera no consigue sofocar totalmente el tono risueño de la pregunta. Algo, un aire festivo, se filtra y enfría (o calienta) el ambiente.
Jaume comienza a guardar sus útiles. No consigue embocar de una los lápices de colores en la cartuchera. Decide arrojarlos, a puñados, en su portafolio.
Gloria, ofendidísima con su familia, les lanza miradas, ojos achinados, de odio.


GLORIA
(Fingiendo compostura.)
¿Mañana venís a mi cumpleaños,
Jaume?



Jaume, recién en el tercer intento, consigue enterrar el cuaderno en el portafolio: parece un gorrión despatarrado, las hojas van a necesitar una planchada. Se pone de pie. Con la mirada puesta en sus zapatos, dice:


JAUME
Adeu!



Y se lanza a paso vivo en busca de la puerta de calle.
Los tres se han quedado sin palabras. Al padre y a Teresa se les nota la culpa en los hombros. Gloria está granítica y colorada. Agarra un carozo de aceitunas y se lo tira a Teresa.


TERESTA
¡Ay..., tonta..., pica!



Pero no dice más, se frota rápido y corto la cabeza, baja hasta sus deberes y se queda ahí, compungida.
El padre de Gloria ha comenzado a armar un gesto hacia Gloria. Un gesto de: “¡No se hace eso, Gloria!” cuando recibe en el medio del pecho un carozazo. Gloria se pone de pie. Los puños cerrados sobre la mesa. Como para pelear.


PADRE DE GLORIA
¡Gloria..., andá a tu habitación
a reflexionar sobre lo que hiciste!



Su hija le da la espalda inmediatamente.


GLORIA
¡Había decidido irme sola!


PADRE DE GLORIA
¡Gloria!



Pero su hija ya se ha proyectado escalera arriba.



ESCENA 40


INTERIOR – HABITACIÓN DEL HOSPITAL – DÍA (SON LAS 7.50)
Vemos a la enfermera que entra en la sala. Trae un platito de acero inoxidable con cuatro aceitunas negras. Germánicamente dispuestas. Se acerca sigilosa a la cama de Gloria.


ENFERMERA
(En voz queda.)
Gloria...



Gloria está a punto de salir de su sueño y el “¡Gloria!” (duro) que ha soltado su padre aún retumba en su cabeza y se funde con el “Gloria” (blando) que libera la enfermera.


ENFERMERA
(Con un poco más de vibra.)
¡Gloria!


GLORIA
(La expresión de su cara
es una mezcla
de Angustia y Cielo.)
¡Sí!... Qué...



La enfermera le da a Gloria palmaditas en el hombro.


ENFERMERA
Tenga.
(Le ofrenda el platito.)
Son suyas.
Se las ganó.
En diez minutos
la vengo a buscar.



Gloria agarra una aceituna. La huele. Se la pasa por los labios, como si fuera un lápiz labial. La pone en la boca. No la muerde enseguida. Cuatro aceitunas son pocas, aunque suficientes si una consiguiera aderezarlas con algún recuerdo. “Qué enamorada estaba de vos, Jaume”. Sonríe. Come la segunda y se acuerda de la culpa que sentía Teresa. La tercera, y la cara de desconcierto de su padre cuando el carozo lo impactó en el pecho. La cuarta. La cuarta la deja para ella. Ella sola. Se la merece, ¿por qué no?



ESCENA 41


INTERIOR – CONSULTORIO DEL HOSPITAL – DÍA (SON LAS 8.05)
Vemos esta escena como si un vidrio se interpusiera entre nosotros y los personajes. Y es así, porque Gloria está dentro de un consultorio que tiene una media pared de vidrio. Gloria está sentada en un sillón (similar a los que usan los dentistas). La enfermera, a una seña del médico, comienza a retirar la venda. El ojo está descubierto. Hay un gran moretón color chocolate. Como una barrita de chocolate en un vaso de leche
caliente. Hay un diálogo que no podemos escuchar: solo comentaremos las acciones de los personajes.


MEDICO
(Aséptico.)



No se dirige a Gloria: la pregunta es para la enfermera.


GLORIA
(Se agarra con fiereza
a los apoyabrazos.)


ENFERMERA
(Ejerce una ligera presión
sobre el hombro de Gloria.)


MÉDICO
(Da una indicación.)



La enfermera comienza a hacer lo suyo.


GLORIA
(Pregunta desconsolada.)


ENFERMERA
(La tranquiliza.
Le barre la ceja-párpado-pómulo
con una gasa húmeda.)



La enfermera termina de limpiar. Pone la gasa en un pequeño cubo de acero inoxidable. Ahora se queda firme en la espera.


MÉDICO.
(Hace una indicación a Gloria.)


GLORIA
(Comienzo el movimiento.)


ENFERMERA
(La tranquiliza.)



Finalmente consigue abrirlo.
El médico extrae una pequeña linterna del bolsillo superior de la chaqueta. La enfoca al ojo de Gloria. La enciende. Gloria da un respingo y cierra el ojo. La expresión de la enfermera se suaviza. Ese ojo está vivo.


MÉDICO
(Pregunta a Gloria.)



El ojo retrocede y se cierra.


GLORIA
(Asiente.)


MÉDICO
(Le da una instrucción
a la enfermera.)



Sale del consultorio. Deja la puerta abierta.


GLORIA
(Aferra por la muñeca
a la enfermera.)
¿Está bien el ojo?


ENFERMERA
Va a estar bien, sí.


Comienza con las curaciones. La vemos hacer todo delicada y diligente. Gotas en el ojo, crema en el párpado, caricias en la frente.



ENFERMERA
Es muy buena señal
que haya percibido la luz.



La enfermera va terminando. Gloria ha relajado su expresión. Ya no se aferra como náufrago a los apoyabrazos. Sin embargo, la pregunta que le hace ahora la enfermera la envía a los miedos primigenios de la infancia. Y esta vez, por la manera en que se afirma a los estribos del sillón, el pánico se le ha localizado en la planta de los pies.


ENFERMERA
¿Tenía una ligera desviación
en ese ojo?



ESCENA 42


EXTERIOR – PARQUE DEL HOSPITAL – DÍA
Vemos a Gloria que atraviesa el parque. No va por el sendero de grava, camina por el césped. No lo pisotea, pero igual. El jardinero le hace un chistido y una seña, para encarrilarla. Gloria alza la cabeza, gira medio torso para apuntarle con el ojo sano. Lo mira. O no entiende el sistema de señas alemán u hoy no tiene ganas de ser urbana, porque no se sale de su camino.
Lleva una ropa que tal vez no sea de ella. Los hospitales suelen tener guardarropas de emergencia. Así como hay una guardia médica, hay guardarropas de emergencia. Y ahí va Gloria. Es un gran revoltijo de talles y modelos. Este desajuste y los colores utilizados son, sin duda, un sentido homenaje a la estética kitsch.
La vemos encarar la capilla del hospital. Han tenido la buena idea de construirla afuera, retirada de los pabellones y en medio de un pequeño bosque de pinos. Son seis pinos, en realidad, ya centenarios. Tres y tres, en los laterales. Como cirios custodios.
Gloria abre la puerta y entra.



ESCENA 43


INTERIOR – CAPILLA DEL HOSPITAL – DÍA
Gloria avanza por el camino central. Hace frío ahí adentro. Se levanta el cuello del gamulán. En un solo movimiento ha conseguido dos resultados: mitigar el frío y amortiguar el furioso pulóver color rosa.
Se sienta en el anteúltimo banco de un cuerpo de siete. Es el banco número seis, claro. En la Biblia, el seis, no simboliza un buen número. Le hubiera resultado mejor el benéfico siete. Pero ya está sentada.
Apoya los codos sobre las rodillas y lleva las manos a la cara. El vendaje. Aún no se acostumbra a tenerlo en el cuerpo. Es un extraño. Una visita inesperada en su vida. No tenía pensado eso. Nunca lo hubiera imaginado. Le molesta para hacer la oración como a ella le gusta: con la cara oculta tras sus manos, a la manera de un velo. Se sienta derecha y se cruza de brazos. Balancea el tronco. Es imperceptible, pero se balancea. Se descruza de brazos. Se baja las medias: estas, las del guardarropa de emergencia, tienen elásticos.
Otra vez los codos a las rodillas y el mentón al cáliz que forman las manos. Es su segunda postura predilecta. Pero se ve que no encuentra el tono para comenzar a hablar con las personas divinas.


GLORIA
Sé que no estoy
en contacto con ustedes....
Es decir,
no el contacto
suficiente y necesario.



Es un retablo sencillo: láminas de cedro del Líbano. Su fragancia lo testimonia.


GLORIA
Ha pasado un buen tiempo
desde aquella época
en que quería entrar
en el Carmelo.



Junto al retablo, ahí mismo, han dispuesto el Sagrario enchapado en oros, bronces y cobres.


GLORIA
No era vocación religiosa.
Solo quería contemplar.
Buscaba algo de paz.
Tenía gran necesidad
de retirarme al ‘desierto’.



En el Sagrario hay una lumbre encendida. Garantía de que ahí hay Alguien y se puede hablar. Hablar y ser escuchado. No siempre se puede experimentar espiritualmente eso.


GLORIA
Por favor,
que no quede mal mi ojo.



Se queda un instante así. Mirando el piso. Enajenada y mareada por los arabescos de esas baldosas.


GLORIA
(Casi sin separar los labios.
Como un mantra.)
Teresa. Teresa. Teresa.
Teresa. Teresa. Teresa.
Teresa. Teresa. Teresa.
Teresa. Teresa.
Por favor, Teresa.



Gloria se pone de pie. Se mueve hasta el pasillo lateral. El sol del mediodía y los vitraux lo colorean. Ahora Gloria se acuesta boca abajo en el piso. En ese pasillo de siete colores. Hace eso que tanto le gusta y que ha visto en una ordenación sacerdotal. Bien abajo. Bien pegada a la tierra. Se las arregla para apoyar la frente sobre el dorso de las manos. “No soy feliz. No quiero morir en este momento”. Y por eso Gloria, inexorablemente, va a recordar un momento en que sí quiso morir.
Y las imágenes nos la muestran hermosa como una mañana de sol cenando en el Club Náutico con Jaume. Tienen quince años. El padre de Gloria la ha acompañado hasta el club y la espera sentado en el muelle. Jaume ha regresado hace poco de Mallorca. Y ahora le está diciendo que la extrañó mucho. Que pensó mucho en ella.



JAUME
Te extrañé mucho.
Pensé mucho en vos.



Y ella, Gloria, cierra los ojos, pone las palmas de las manos sobre el mantel blanco, inspira largo, sonríe, y como si estuviera pidiendo un deseo:


GLORIA
Quisiera morirme ahora:
soy tan feliz.



Volvemos a la capilla. Gloria se queda un momento envuelta en ese recuerdo. Ahora se incorpora. Se acomoda el gamulán, lo sacude con sus manos. Es innecesario: ese lugar está limpio como una patena. Se encamina a la salida. Afuera la está esperando la enfermera. La enfermera de expresión suave, severa de huesos y músculos, que le dirá: “Venga, tenemos mucho que hablar”.




ESCENA 44


EXTERIOR – PARQUE DEL HOSPITAL – DÍA
Comienzan a andar por el camino de grava. La enfermera indica dos bancos de madera, dispuesto uno frente al otro.


ENFERMERA
¿Nos sentamos un momento?


GLORIA
Sí, claro.
No tengo la agenda
muy complicada hoy.



Ahora no siente frío y se desabrocha el gamulán. Observamos el pulóver color rosa en toda su extensión. Hace mal verlo, es como una falta de ortografía. Serrado por bacasiones. Además, tiene dos o tres picotazos de polilla.


GLORIA
Me debo ver horrorosa, ¿no?


ENFERMERA
No. No voy a responder eso.
(Sonríe.)
No nos permiten decir la verdad acá.



No da para carcajadas. Ni para una risa. Sonríen las dos. Está muy bien así.


ENFERMERA
¿Qué hace en Alemania, Gloria?


GLORIA
¿Tiene papel y birome?
Me acordé de algo.


GLORIA
Sí sí, entiendo;
usted parece un lago tranquilo
y yo un océano.


ENFERMERA
Sí... sí, tengo.


GLORIA
Necesito escribir algo.


ENFERMERA
Acá tiene.
Le encargo la pluma (se ríe):
recuerdo de un paciente.


GLORIA
Tengo que escribirlo,
se me ocurrió
en la capilla.
Escribo teatro, ¿sabe?...
Espere un minuto por favor.



Escribe con desesperación. Urgida. Como si extrañara tanto hacerlo. Son cuatro líneas las que hay, ahí y ahora, en esa pequeña libreta de tapas negras de hule. Sin embargo, ni la enfermera, por más que se estira con diplomacia, ni nosotros alcanzamos a leer lo que dice.


GLORIA
¿Puedo arrancar la hoja?
¿Quedármela?


ENFERMERA
Sí.



Cierra la pluma y se la devuelve. Se queda con el papel en la mano. Lo mira con devoción.


GLORIA
Necesito escribir...
Es como respirar.



Levanta el papel. Lo enarbola como a una bandera que se ha conseguido defender del enemigo. La bandera, tan hecha jirones que parece un banderín. Pero ahí está. Que se asome y permanezca es sinónimo de vida. No es
que la savia no está; sí está, pero aún no llega la primavera.


GLORIA
Estoy de paso en Alemania.
Quiero decir iba a Polonia.
Iba en busca de un dramaturgo:
Karol Wojtyla.


ENFERMERA
¿Karol Wojtyla?
¿El Cardenal Wojtyla?


GLORIA
¿Cardenal?...
¿Cardenal de la iglesia?


ENFERMERA
Sí, de la iglesia.



Es un error. Una equivocación. Seguro que sí.


GLORIA
No no, no estamos hablando
de la misma persona.
Este Wojtyla del que le hablo...
Quiero decir:
en París están dando una obra
de teatro de él.


ENFERMERA
Hablamos del mismo.
Conozco a alguien de su entorno.
Y sí,
es dramaturgo y poeta.
Integraba el Círculo
de Teatro de Varsovia.




Recordar a Wojtyla y la obra que la había conmocionado también le hizo recordar a Tom. Y ahora resulta entonces que este Wojtyla no. Gloria se queda mirando un momento el papel. Lo abolla. Hundido. Machacado. Aplastado. El papel, antes inmenso por su contenido y ahora pequeño por su continente, le cabe en la mano cerrada.
Ahora viene la parte donde la enfermera dice: “Es una broma. En realidad, no es una broma. Se trata de una técnica para comprobar si el golpe que recibió no le ha afectado la memoria reciente”.


ENFERMERA
¿Por qué se pone tan mal?



¿Qué piensa Gloria? Mira hacia abajo, ni un gesto de la cara podemos ver que nos indique qué piensa en este momento.


GLORIA
No sé...
(Deja caer el bollito de papel al piso.)
Yo hace rato que no sé.
Aunque parezca que sé, no sé.



Agarra una ramita del piso. La huele: es de pino. Se va por un instante. Ya está. Vuelve. Juguetea con el papel abollado/arrugado que contiene las palabras, ahora, apretadísimas, juntísimas, de lo que ha escrito. Lo lleva y lo trae al bollito con la ramita.


GLORIA
Hay un proverbio que dice:
“A rolling stone gathers no moss”.
Lo trae y lo lleva al bollito.
“Piedras que ruedan no crían musgo”.
Moverme es mi lema.



El bollito de papel desentona ahí entre las piñas caídas: una oveja blanca. Gloria lo agarra y comienza a desabollarlo. Lo plancha un poco sobre una de sus piernas. No quedó perfecto, pero sí puede leerse perfectamente.


GLORIA
¿Quiere que le lea lo que escribí?


ENFERMERA
Sí, me gustaría.


GLORIA
Llevate tus ojos por favor.
Tengo que dormir y mañana
ya no estarán sobre mí.
No sé.
Pero ahora me persiguen.
Llevátelos por favor,
tengo que regresar a mi vida.


ENFERMERA
¿Lo dice un personaje de su obra?


GLORIA
No. No lo sé aún.
Lo escribí a los quince años.



Plancha con su mano el papel arrugado. Lo plancha, una y otra vez, instintivamente.


GLORIA
Se lo escribí a Jaume.
Se lo dediqué.
Fue la misma noche
que me dijo que se volvían a Mallorca.


ENFERMERA
Lo debe haber conmovido leer eso.


GLORIA
No no: nunca se lo di a leer.
Para qué. Nada iba a cambiar.
Su familia se iba
de San Pedro y punto.



Gloria pliega el papel y lo guarda, memoria escrita de sus quince años, en el bolsillo interior del gamulán. Ahora mira a la enfermera y le da unas palmaditas al bolsillo.


ENFERMERA
¿Puedo hacerle una pregunta?


GLORIA
Sí.


ENFERMERA
¿Ya recuerda los números de teléfono?


GLORIA
¿Es importante eso?


ENFERMERA
Sí, la policía ha recuperado
parte de lo robado y...


GLORIA
¿Encontraron un relojito?
¿Y mis escritos?


ENFERMERA
¿Un relojito?, no sé.


GLORIA
Es un relojito de arena.


ENFERMERA
Sé que han recuperado
buena parte del dinero,
por eso la policía...


GLORIA
¿Dónde están las cosas?
Quiero decir,
todo lo recuperado.


ENFERMERA
Está en el departamento de policía.
Por eso sería conveniente que usted
estuviera acompañada.


GLORIA
Yo no voy a llamar a Xisco.
No quiero que me vea con el ojo así.
No quiero que nadie me vea así.


ENFERMERA
Escuche,
esa pequeñísima desviación
la hace más atractiva.


GLORIA
Una vez una gitana me leyó las manos.
Dijo:
“Eres muy atractiva, pequeña,
vas a hacer sufrir a muchos”.
No creo, señora, le dije,
el chico que me gusta
acaba de irse a Mallorca.
Tengo que empezar de cero.
Después entendí, creo,
lo que pretendió decirme:
buscando a Jaume;
quiero decir, para calmar mi desasosiego,
iría tomando un poco de cada uno,
pero no el todo de cada uno.
Gran silencio. Es un momento difícil el que estamos presenciando ahora. Cada una en sus cosas y las cosas en cada una.




ESCENA 45
EXTERIOR – PARQUE DEL HOSPITAL – DÍA
La enfermera se incorpora. Y desde ahí arriba, dice:


ENFERMERA
Voy a comentarle algo.
Tuvimos que hacer algo,
es decir... la policía localizó...


GLORIA
¿A quién?


ENFERMERA
A su amigo.


GLORIA
¡No no!
No quiero que me vea así.



“¡No no!”, pero Gloria no se resiste. Ya están próximas a la entrada. La puerta vidriada encuadra a Xisco como en una fotografía. Y todavía Gloria lo inscribe así en su corazón, distante y neutro como detrás de un vidrio, pero, cuando abre la puerta y Xisco se mueve rápido hacia ella y la abraza, ella se deja llevar. Hace muchísimo tiempo que no se deja llevar. Siempre es ella la que tiene las riendas. No solo las de ella, sino las de todos los que orbitan a su alrededor. Se las dieron algunos y otras las tomó ella por su cuenta.


GLORIA
Por fin. Por fin.
Por fin. Por fin.



¿Cuánto hace que no se ven? ¿Tres días? Parece más a juzgar por la intensidad del abrazo. La intensidad y la intención del abrazo, sobre todo de Xisco, que ha visto reverdecidas y recreadas sus esperanzas de una vida para siempre con Gloria.
Écoutez-moi: necesitamos salir del hospital. Haremos una elipsis. Ya. He aquí:
1°) Gloria recupera parte de su equipaje:
a) Sí algo de ropa y parte del dinero.
b) No el reloj de arena.
c) No el libro de viaje.
d) No Cáliz tocado, cáliz bebido,
la obra de teatro que está escribiendo.
2°) Por rutina; es decir, por procedimiento del hospital, la enfermera revisa los bolsillos del sancocho textil que usó Gloria. Ahora recorre el gamulán y, al arribar al bolsillo
interior, sus dedos expertos encuentran el papel con esas líneas (Corazón desatado) escritas a favor de Jaume. Esos dedos expertos, a partir de sus yemas sensibles, tienen la particularidad y la posibilidad de aguijonearle la carne interior. Y lo hacen. A veces, algunas partes de nuestra humanidad corporal pueden ser despiadadas con nosotros mismos. La enfermera comienza a armar el gesto para reintegrar a su propietaria ese papel; pero piensa: “Tal vez Gloria se vea en un aprieto si tiene que explicárselo a Xisco”. Explicarle el contenido que desborda en ese continente. Entonces decide quedárselo ella.
3°) Como Xisco alquiló un Peugeot para venir a buscar a Gloria, deciden vender el Citroën (no lo utilizarán de acá en más porque tienen otros planes). La enfermera se ofrece a comprarlo. Aunque dice que prefiere las marcas alemanas, Mercedes Benz o Volkswagen, paga lo convenido. De todas maneras, es un muy buen precio.
4°) Una vez que le dan de alta en el hospital, Gloria, como si tuviera un antojo, compra pintura roja y un pincel. En el primer muro inmaculado que se le ofrece pinta la siguiente leyenda:

“Tom, you’re a rotten egg”.
“Tom, sos un huevo podrido”.




ESCENA 46


INTERIOR – PEUGEOT – DÍA
El Peugeot, a diferencia del Citroën, les permite conversar. Y esto está muy bien porque Xisco y Gloria tienen necesidad de hacerlo.


XISCO
Te queda hermoso ese vendaje.


GLORIA
No me hagas reír, Xisco.


XISCO
Con ese parche
parecés una pirata blanca.



Gloria tiene que girar bastante la cabeza para poder mirar a Xisco. Opta por pegar la espalda contra la puerta. (Entre la molestia del ojo y la del apoyabrazos en sus riñones no sabe con cuál quedarse.) Y desde ahí ella lo mira. Y desde allá él la mira.


XISCO
Lamento muchísimo
lo de tu libro de viajes
y lo de tu obra de teatro.



Gloria asiente con un: “Him”. Suele soltarlo cuando está entredormida o cuando está astronauta. En un gesto mecánico, del tipo: “Tranquilo, estoy acá: a 11.000 kilómetros de distancia”, abre la guantera.


GLORIA
El relojito.
El relojito también.


XISCO
Sí.
También el relojito de Teresa.



Gloria agarra el botiquín de primeros auxilios.
Quiere abrirlo. La tapa está atascada por el no uso. Y Gloria está atacada porque no puede abrirlo. Tira con fuerza. Está encaprichada. Tira con más fuerza y lo consigue y al instante se produce como una lluvia de meteoritos solo que de medicamentos y elementos de curación. Como puede recoge todo y lo acomoda así nomás. Recorre con sus dedos el contenido. Agarra una de esas maderitas que se usan para revisar la garganta, o bien para entablillar dedos. Gloria apoya la maderita en la lengua y dice: “Aaaaaaaaa”. Se atraganta de la risa. Tose y tose y escupe el parabrisas. A Xisco se lo ve feliz. Goza. Goza muchísimo cuando esa mujer está bien.


XISCO
Payasa.



Ahora Gloria agarra el frasquito de Merthiolate.


GLORIA
Me voy a pintar las uñas con esto.


XISCO
Lo que quieras, bonita,
después reponemos todo.



Gloria sonríe. Comienza a reacomodar todo en el botiquín. Lo introduce en la guantera. La cierra.


XISCO
Nunca me contaste
lo que le pasó a Teresa.



La trompa del Peugeot devora como un lobo el asfalto. Se traga como dagas blancas las cintas intermitentes que dividen en dos la ruta. Ahora Gloria apoya la espalda, entera, sobre el asiento. Ya estaba bien de haber aguantado esa presión sobre los riñones. Mira al frente. El vendaje le oculta a Xisco. Y el vendaje la oculta de Xisco. Perfecto. Casi perfecto. Podría llorar con el ojo izquierdo, así no llamaría la atención. Pero no sabe llorar con un solo ojo. Todavía no sabe.


GLORIA
Te lo voy a contar,
pero hoy no, lindo.
Hoy no estoy de ánimo.



ESCENA 47


INTERIOR – PEUGEOT – DÍA
Silencio. Interior. Exterior. Es un buen auto el Peugeot. Blindado. Por eso no puede hacerse cargo de los silencios. “Él contribuye a tu buen andar”, así reza la publicidad por aquellos días.


GLORIA
Extraño la tos
‘gauloises’ del Citroën.



Xisco la mira. Un segundo. Ahora regresa sus ojos a la ruta. Sonríe. Lenta, sin embargo inexorable, la expresión de su cara empieza a girar. Se ha dado cuenta de algo. Comienza a retorcerse su corazón (Similar a cuando uno/a retuerce un trapo de piso). Mediremos en grados esa torsión. ¿De acuerdo?
Grados de torsión en el corazón de Xisco:
Veinte.
Cuarenta y uno.
Sesenta y dos.
Ciento veinte.
Ciento setenta y ocho.
Ciento ochenta.
Listok. Ciento ochenta grados de torsión. Ya no sonríe.


XISCO
¿Y a mí?...,
¿a mí me extrañaste?



Gloria gira otra vez el tronco y se flagela los riñones con el apoyabrazos.


GLORIA
Ay..., este apoyabrazos,
este apoyabrazos.



Lo dice para ganar tiempo. Se rasca la nariz. Verifica el estado del vendaje.


GLORIA
Sí.



Y se queda ahí. A veces, Gloria le aplica a los sentimientos las leyes de la economía.


XISCO
¿Sí, qué?



Un manejo austero del metálico, para ocultar descalabros en el ítem ‘Amor’ del presupuesto.


XISCO
Que sí, que te extrañé.



Estira la mano hasta la cara de Xisco y demora el dorso en la mejilla. Él suelta la derecha del volante y la deja sobre la mano de ella. Conforman una extraña y continua escultura humana.
Ahora él, con las yemas de los dedos, expedicionarios extenuados, acaricia la cordillera de nudillos de ella.
Atención. Curva.


GLORIA
¿Qué diría la policía francesa
si te viera conduciendo así?



Xisco sonríe, da unas palmaditas a la mano de Gloria y disuelve esa escultura de afecto. En el momento justo: esta curva no podrá denunciar a este conductor. Es recta esta curva. Es decir, se ha convertido súbito en una recta.
Valles verdesembrados a la derecha. Árboles rojosamarillosflorecidos a la izquierda.


XISCO
Soy el Rey David
en su peor versión.
En su perversión.



La campiña francesa: una primavera psicodélica. Es.


GLORIA
Ilustrame, por favor.


XISCO
(Sin quitar la vista a la ruta.)
Suelo desearles la muerte
a todos los hombres que amaste.



Gloria recorre la ceja derecha de Xisco con el índice de su mano. Izquierda la mano. O sea: pasa su brazo izquierdo por encima de la cabeza de él.


GLORIA
Ajá.


Va y viene ese índice sobre esa ceja.


GLORIA
No fueron muchos.



¡Toing! Gracias por jugar Gloria. Esa no es una buena respuesta. Tan perturbado está él que no repara en lo dicho por ella.


XISCO
Fundamentalmente,
deseo la muerte de uno.



Gloria se reacomoda en el asiento. Abre un poco el vidrio de la ventanilla. El viento, movimiento y murmullo acelerado, se hace cargo del silencio.


XISCO
(Alzando un poco la voz.)
Uno al que, cada tanto,
llamás en sueños.



Xisco mete un rebaje. Pasa de ciento diez a ochenta de un saque, como quien vacía de un golpe y sin aviso cinco medidas de gin de Menorca.
Setenta. Se queja ese motor. Cuarenta. Banquina. Aun es rápido para una banquina de pasto. El Peugeot silencioso y blindado se lo hace notar.
Stop. Las luces de freno funcionan.
Xisco abre la puerta y sale del auto. Comienza a caminar. Normalmente, en las películas, se ve al conductor que camina hacia delante, pero él lo hace hacia atrás. Como si quisiera regresar. Pretender regresar a algo.
Ese rumbo sorprende a Gloria: súbitamente ya no está en su campo visual. Acaso ya no está –o nunca estuvo- en su campo ‘para siempre con vos’. Se baja. Camina, a otro ritmo, detrás de Xisco. Delega en la banquina francesa la tarea de disolver en él ese sentimiento que lo apena.
Xisco enfila hacia una cerca de madera que divide y separa lo privado de lo público. Se sienta sobre esas tablas blancas.
Llega Gloria. Se arrima a él.


XISCO
A veces
me agarran unos ataques posesivos.
Como de exclusividad.



Gloria deja ir la mano hacia la rodilla de Xisco. La mima. Le da cariño.


XISCO
A veces
me siento
como el tango vuestro.



Listo. Ya está. La banquina francesa ha conseguido lo que Gloria le ha confiado. Ahora lo ayuda a bajar de la cerca de madera. Comienzan a caminar. Xisco va del lado de la ruta.


GLORIA
Esperá.



Da la vuelta por detrás de Xisco y se ubica a la izquierda.


GLORIA
Es que este parche
no me deja verte bien.



ESCENA 48


INTERIOR – PEUGEOT – DÍA
Ahora el Peugeot recorre los suburbios de París. Gloria y Xisco hablan del viaje frustrado a Polonia.


XISCO
Tenía un mal presentimiento.
Otra vez Xisco entra en calzada resbaladiza. ¡Este Xisco! Bajá un cambio Xisco.


GLORIA
(Con fingida cordialidad.)
¿Te puedo contestar con literatura?


XISCO
Bueno, sí.


GLORIA
“Había un buen número de poetas entre los nazis.
Durante el día arrancaban a los niños de sus
cunas y los quemaban,
y por las noches escribían poemas.
Créeme, esas dos acciones
no se contradicen la una con la otra”.


XISCO
Está muy bien. Entiendo.
De quién es.


GLORIA
Isaac Singer.



Xisco se queda conforme. De pronto un automovilista hace una mala maniobra.


XISCO
Tu n’est pas imbécile, 
tu est un connard!



Se ha quedado conforme con la respuesta de Gloria; pero, evidentemente, no tranquilo.



ESCENA 49


EXTERIOR – FRENTE DEPARTAMENTO – DÍA
Vemos al Peugeot estacionar frente al departamento. Xisco se baja y rodea rápido el auto para ayudar a Gloria.


GLORIA
(Irritada.)
Puedo Xisco.
¡No tengo un yeso en la pierna!



Por mirarlo a él casi se lleva por delante el poste del alumbrado. Xisco gira un poco el torso para reírse.


GLORIA
Pavo.



Él se hace el distraído y abre la puerta del edificio. Se queda como una estaca para que ella entre primero.


GLORIA
Tonto.



ESCENA 50


EXTERIOR – ESCALINATAS DEL DEPARTAMENTO – NOCHE
Vemos a Gloria y a Xisco sentados en la escalinata. Fuman. Tienen el cabello húmedo, señal de que se han bañado. Llevan ropas cómodas y ligeras: ya hace calor en Francia. Gloria se entretiene con sus medias de tenis sin elásticos.


GLORIA
Extrañaba fumar. Mucho.


XISCO
Escuchame
(Da una pitada larga al cigarrillo.)...


GLORIA
Y a mis medias también...


XISCO
...no podemos quedarnos acá.
Nomás esta noche.
Ellos ya alquilaron la habitación.


GLORIA
Sí sí, claro.


XISCO
¿Por qué no vamos a Mallorca?
Mi primo tiene un piso ahí.



Mallorca. Gloria entorna sus ojos; es decir: el derecho. El izquierdo bajo el párpado, bajo el vendaje, también recibe la invitación.


XISCO
Está libre:
me lo presta.


GLORIA
No sé.


XISCO
No tendríamos gastos.
Yo con el alquiler del Peugeot...


GLORIA
Lo sé... tus ahorros.
Perdón.


XISCO
(Él apura el cigarrillo. Lo tira.)
No no, no digas eso.
Lo volvería a hacer.
Lo que quiero decir
es que podemos cambiar de aire.



Lo último que supo de Jaume es que estaba en Mallorca. Iba y venía de las islas a la Argentina. En una de las últimas conversaciones con su padre (el padre de Gloria) había ‘obtenido’ ese dato.


XISCO
Además,
podemos cruzarnos hasta Ibiza:
ahí están todos.


GLORIA
¡Cómo extraño escribir!



Ella comienza a mover los pies como un limpiaparabrisas en velocidad ocho. Él la abraza y la atrae. Ahora el limpiaparabrisas queda en velocidad cero. Están así un instante. Es un momento de serenidad volcánica. Gloria tiene el ojo derecho a punto de reventar en lágrimas. Xisco lo percibe. Percibe ese aleteo impreciso en cada centímetro cuadrado de la dermis de Gloria.


XISCO
¿Jugamos a que nos decimos
cosas exageradas?


GLORIA
(Se pasa rápido
el talón de la mano por el ojo.)
Bueno, dale. Empezá vos.



No demora mucho Xisco en comenzar el juego: hace tiempo que piensa en este tipo de construcciones. Las piensa para Gloria, claro.


XISCO
Si lo que siento por vos fuera vapor,
haría funcionar a mil una locomotora.


GLORIA
Qué lindo, Xisco.
Me encanta.



Gloria se toma su tiempo. No se le ocurre nada. Sabe que es un tiempo que debe llenar con una acción. Si tuviese un mate comenzaría a cebar. Enciende otro cigarrillo. Se detiene un momento en la brasa que aviva la brisa. Qué decir para estar a la altura de la situación. Pensá en algo Gloria. Rápido. Xisco se impacienta.


GLORIA
Si yo...



Jaume. Lo invoca en su mente. Lo evoca.


GLORIA
Si yo contabilizara
en copos de algodón
todo lo que he pensado en vos
desde que te conocí,
no sé no sé no sé dónde
se podría guardar.



ESCENA 51


INTERIOR – ORLY AEROPUERTO DE PARÍS – DÍA
Vemos a Gloria y a Xisco que caminan rápido. Van hacia el salón de embarque. De fondo se oyen instrucciones de arribos y llegadas.


XISCO
¡Mirá, Gloria:
ahí está Daniel Cohn Bendit!



El líder del mayo francés se encuentra acompañado de un grupo de personas, entre estos, periodistas que lo escuchan con atención.


GLORIA
Me hace acordar a Jack Kerouac.



Siguen caminando porque el vuelo hacia Palma de Mallorca está próximo a partir.


XISCO
¿Eso fue el año pasado?


GLORIA
Casi casi:
en el sesenta y seis fue.



Gloria se queda astronauta. Universo beatnik. En la puerta del embarque presentan los billetes. Caminan por el pasillo/ducto que los deposita en el avión. (No es un viaje al espacio Gloria, no sigas tan astronauta). Se sientan. Abrochan cinturones.


XISCO
Tengo celos.


GLORIA
¿Mmmm?


XISCO
Tengo celos de tu viaje
a los Estados Unidos.


GLORIA
¿Eh?..., ¿por?



El comandante del avión da la bienvenida a los pasajeros. Las azafatas saludan cordiales y entregan prensa. Gloria elije la revista Elle, en la tapa está Catherine Deneuve.


GLORIA
¿Y si leemos un poco, Xisco?



ESCENA 52


INTERIOR – AEROPUERTO DE PALMA DE MALLORCA – DÍA
La cámara toma a Xisco y a Gloria recogiendo el equipaje de la cinta transportadora. Cargan bolsos y mochilas en un carrito y se encaminan hacia los boxes para hacer los trámites del desembarque.


GLORIA
Tengo que hablar con mis padres.


XISCO
Sí.
Yo me encargo del check out.



Xisco se ubica en la fila. Apoya los antebrazos en la manija del carrito y se queda ahí, como un clavo doblado, mirando a Gloria. Ella atraviesa una de las puertas vidriadas y se dirige hacia las cabinas telefónicas. Elige la N°3. Descuelga el tubo, lo ubica entre su orejahombro, consigue del bolsillo interior de su chaqueta una pequeña agenda. La abre. Ubica el número y comienza a marcar.



ESCENA 53


INTERIOR – CASA DE UN VECINO DE LOS DIXIT – DÍA
La casa está ubicada a tres cuadras de los Dixit. Como en el barrio son los únicos que tienen teléfono, ofician de receptores de todas las llamadas para los vecinos.
Una mujer está pasando la lustraspiradora en el living. Y también canta. No oye los rings estertóricos del teléfono.
Mientras tanto vemos a Gloria, en la cabina telefónica, que consulta su reloj como calculando la hora en San Pedro. Gira un cuarto de vuelta y comprueba que Xisco ya ha terminado con el desembarque: ahora está mirando un cartel que publicita las bondades naturales de:

“Mallorca, la isla de la calma”


Mientras tanto...




ESCENA 54


INTERIOR – HABITACIÓN DE GLORIA EN SAN PEDRO (RECORDEMOS QUE ESTÁ EN EL PRIMER PISO) – DÍA
Vemos al padre de Gloria sentado en la cama. Está releyendo un cuaderno de su hija. Está algo encorvado. No encogido, encorvado. Como a punto de caer para toda la cuenta. Ahora mira hacia la ventana. Atrás del vidrio está el álamo. El álamo supera con comodidad el techo de la casa. Lo plantaron como regalo de cumpleaños de Gloria. Ella lo pidió. Regalo de aquel ‘accidentado’ cumpleaños número siete. El señor Dixit piensa que, así y todo, su hija tiene más estatura que ese álamo que, con su altura, se ha comido la casa.


PADRE DE GLORIA
Sí...



Nada más que eso dice. Tal vez Gloria haya heredado de su padre la economía de palabras en los momentos, afectivamente, difíciles. Le pasa la palma de la mano a la hoja de cuaderno. Parece que quiere retirarle un finísimo polvillo. Un polvillo, inexistente, que ha acumulado, en estos dos años, la no presencia de su hija en la casa. Ahora su mano se mueve en clave de caricia, es posible que la mejilla de Gloria esté representada ahí, en esa hoja del cuaderno. Lee lo que ha escrito su hija en el libro diario:
“Día 8 de agosto de 1955: Te beso OlivoOlivoOlvidoVolvidoDivo”.
De pronto la voz de un chico lo zamarrea por el hombro:


NIÑO
¡Señor Dixit!



El señor Dixit comienza a viajar desde agosto de 1955 hasta junio de 1968. No es un viaje rápido. Ni sencillo.


NIÑO
¡La Gloria al teléfono,
señor Dixit!



Dixit da un brinco. Se lleva por delante la mesa de trabajo. Unos cacharritos de barro, que trajo Gloria del Perú, se van al piso. Ahora se escucha la voz de su esposa que, desde la planta baja, dice: “¡Está arriba!... ¡Ya le aviso!” Y enseguida se oyen pasos enloquecidos que quieren tragarse la escalera. En este momento, Dixit ya está abriendo la ventana y, en este momento también, el chico ha seleccionado un perfecto cascote de tierra, que piensa estrellar en el vidrio, para llamar la atención del señor Dixit. Este ya se asoma al hueco de la ventana y comprueba cómo un terrón barroso le silba en la oreja y se estrella, tosco, contra el póster de The Beatles.





ESCENA 55


INTERIOR – CASA DE UN VECINO DE LOS DIXIT – DÍA
El Flaco Dixit entra corriendo en la casa. Patina en el piso recién encerado. Así como va, marcha directo a darse las tibias contra la mesa ratona. Se aferra de las cortinas de la arcada y consigue cambiar el rumbo. Recompone la vertical y agarra el tubo como quien agarra a alguien de la solapa para que suelte toda la verdad.



PADRE DE GLORIA
¡Hija!



Luego de unos segundos, por el auricular, llega la voz de Gloria: “¡Papá!”. Dixit comienza a doblarse.


PADRE DE GLORIA
Hija...



Tan murmurado lo suelta, tan sin despegar los labios lo dice, que ni siquiera él lo escucha.
El Flaco Dixit cae de rodillas: cae para toda la cuenta.



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